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Prédica misa crismal 2023

Estimadas autoridades civiles y militares

Estimados hermanos que participan por medio de Telenord

Queridos  sacerdotes

Un saludo fraternal para cada uno de ustedes y para aquellos sacerdotes que se encuentran en una misión fuera de nuestra diócesis: Jesús María Baré, Eustaquio Rodríguez, Carmelo Méndez y Rodolfo Coronado.

Elevamos nuestras oraciones por aquellos sacerdotes que han partido a la casa del Padre: Niño, Bienvenido, Mercedes, Moncho, Dionicio y Alfonso.

Por el bautismo somos incorporados a Cristo, Es un gran regalo del Señor para nosotros. Al ser bautizamos también recibimos la gracia y la misión de ser sacerdotes, profetas y reyes. y nosotros los sacerdotes, de un modo muy particular , somos consagrados como sacerdotes reales en Cristo y por Cristo y así participamos del sacerdocio ministerial.

Al respecto nos dice el Catecismo de la Iglesia en su número 1547  cito:

“El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, «aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; […] ambos, en efecto, participan (LG 10), cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo» (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos” 

Somos consagrados sacerdotes para el servicio de los fieles. Como consecuencia somos, junto a los fieles, un pueblo de servidores. Los consagrados debemos ser los primeros en estar dispuestos a servir a los demás. Todo sacerdocio se traduce en servicio.

En este tiempo nos estamos haciendo más conscientes de que el sacerdocio debe procurar siempre el crecimiento de la fe, la esperanza y el amor entre todo el pueblo de Dios, de tal manera, que todos los laicos y consagrados, somos parte esencial de ese todo que es la Iglesia. 

Junto a los fieles hacemos camino al andar y nos esforzamos con alegría y disponibilidad para hacer crecer el reino de Dios.

Ese esfuerzo común exige de todo el pueblo de Dios ponernos en sintonía con todo el quehacer pastoral de la iglesia, despojarnos de todo interés particular y priorizar el interés común de toda la iglesia. Juntos estamos caminando hacia una iglesia que sea imagen viva de Jesucristo, lugar de acogida, de escucha y donde experimentemos las alegrías de estar y caminar juntos.

La misión de construcción del reino de Dios nos invita a una contínua renovación de la Iglesia. Esta tiene hoy un nombre: la iglesia de la sinodalidad. 

La sinodalidad nos plantea muchos retos, desafíos que a veces no sabemos si podremos enfrentarlos, pero por otro lado confiamos que a la barca de Pedro el Señor le ha regalado un buen navegante, quien junto a muchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos la llevarán al puerto final.

Con estas ideas, queridos sacerdotes, quiero hacerles siete exhortaciones:

La primera  que quiero hacerles, es acompañar al papa Francisco  en esta gran tarea que el Espíritu Santo le ha encomendado de guiar a la iglesia hacia una comprensión y vivencia de la sinodalidad.

El Papa Francisco es un gran renovador de la Iglesia y sin duda alguna lo podríamos comparar con grandes renovadores anteriores a él.

El necesita de nuestras oraciones. Él guía en nombre de Cristo la Iglesia, pero sin nosotros cualquier esfuerzo puede quedarse en simples ideas.  Nos es bien conocido que  aquellos hombres y mujeres que han tratado de renovar la Iglesia se han encontrado con momentos de dificultades, han recorrido un camino entre comprensiones e incomprensiones, entre mentiras  y verdades entre acusaciones pero también de reconocimiento. Históricamente es la misma actitud del ser humano: el pasado fue mejor, en el presente estamos bien, para qué inventar.

Segunda exhortación: Caminar juntos

En varios sectores que manejan algunos medios de información tanto privados como católicos leemos noticias que nos quieren transmitir la imagen de una iglesia que va camino a un cisma. Se resaltan las propuestas doctrinales atrevidas, los actos de desobediencia al magisterio ya sea por parte de obispos, sacerdotes o laicos. Sabemos que dentro y fuera se esconden malas intenciones

Estimados sacerdotes caminemos juntos en nuestra diócesis. 

Que los intereses de un servidor sean los del Evangelio. 

Que los intereses de cada párroco sean los del evangelio. 

Que los intereses de los fieles sean los del Evangelio. 

En fin, que  no haya intereses personales que puedan opacar los intereses del evangelio.

Tercera exhortación: Caminar junto al hermano sacerdote.

Saber que el prójimo más próximo de un sacerdote es el otro sacerdote. La fraternidad sacerdotal debe marcar nuestras relaciones,.porque ella no sólo motiva al sacerdote sino también a los fieles en la parroquia, quienes al vernos dirán como se decían de los primeros cristianos «miren como se aman’ ( cfr. He 4, 32-37)

Estar al lado del hermano sacerdote cuando pasa por crisis emocionales, espirituales y pastorales. Estar ahí con el hermano sacerdote cuando se enferma, pierde un familiar. 

Cuarta exhortación; Caminar junto a la comunidad parroquial

Que hermoso y cuánto me alegra al visitar una comunidad parroquial escuchar «Monseñor no sé lo lleve!!!». Está expresión muestra el cariño de la gente hacia su sacerdote.

Tal expresión brota del corazón sincero y honesto de los fieles y es porque aprecian al sacerdote que los cuida, los estima, trabaja en equipo con ellos, escucha y presta atención a los consejos.

Nuestra gente es celosa y a la vez colaboradora con su sacerdote. Debemos aprovechar esta gran cualidad humana para impulsar los planes pastorales, las actividades parroquiales. Entre más el sacerdote sabe caminar junto a sus fieles, más se entregan ellos al trabajo parroquial. 

Quinta exhortación: No olvidarnos de los más pobres.

El neoliberalismo y la agenda globalista ha hecho crecer en muchos la percepción de que el mundo ha avanzado, que hemos crecido en desarrollo humano y que el asistencialismo es cosa del pasado.

Pese a esa percepción la realidad está frente a nuestros ojos. Los pobres están ahí, ellos siguen muriendo por falta de una buena alimentación, por falta de un sistema de salud confiable y que llegue a todos.

Los pobres en nuestras parroquias quieren y exigen que nosotros sigamos siendo la voz de aquellos que no tienen voz. Escuchemos las  palabras del Cardenal Hummes el día de la elección del papa Francisco: “No te olvides de los pobres”. Esas mismas palabras deben seguir resonando  en nuestros oídos y mover  nuestros corazones hacia el corazón de los más pobres.. 

Esa acción y cuidado de los más pobres nos motiva a seguir organizando la pastoral social en nuestras parroquias, apoyar las acciones que vayan a en ayuda de disminuir la pobreza y superar las realidades contrarias a la dignidad humana.

Sexta exhortación: amar nuestro sacerdocio.

En este día sacerdotal bastan pocas palabras. Amemos nuestro sacerdocio que es un gran regalo de Dios, un regalo que quizás no nos merecemos. Cuidemoslo y vivámoslo como una vasija de barro revestida de oro fino. Vivir lo que somos nos traerá como recompensa, entre otras tantas, una vida realizada, alegre.

Hagamos presente en esta renovación de nuestras promesas sacerdotales las palabras pronunciada por el obispo el día de nuestra ordenación  al entregarnos la patena y el cáliz:

“Advierte bien lo que vas a realizar, imita lo que tendrás en tus manos y configura toda tu vida con el misterio de la cruz del Señor”

Séptima exhortación: amar a la Iglesia.

Hoy renovamos nuestro amor a la iglesia. Ella es el cuerpo de Cristo vivo, la barca de Pedro que necesita de remadores fuertes, robustos y obedientes a quien la conduce.

En este mundo caracterizado por el relativismo y el globalismo podemos correr el peligro de relativizar nuestro amor a la Iglesia y tratar nuestra iglesia como algo simple. Ella es y seguirá siendo el lugar donde se hace visible el misterio de la salvación. Siendo santa y pecadora siempre está ahí, protegida pero a la vez indefensa, fuerte pero a la vez débil. Ella está aquí y necesita de nuestro amor y ternura, de nuestro cuidado. 

Que nuestro sacerdocio sea cada día una ofrenda de amor para la Iglesia.

Amén.